Réquiem para una figurita decapitada

Hace años que está en casa, no sé cuántos. No sé quien la regaló ni a quién. La teniamos colocada en una estanteria de la habitación que conocemos por “cuarto de estudiar” (de hecho yo no estudiaba, divagava. Siempre me pasaba lo mismo, si tocaba Derecho romano, apartaba los apuntes y leía la colección Bernat Metge ( traducción al catalán de los clásicos greco-latinos), si tocaba Derecho natural cogía la “Historia del Pontificado” y me distraía comprobando como muchos Santos Padres estaban más cerca de los demonios que de los angeles...) La figurita mide a penas un palmo, representa una muchachita muy joven vestida con una túnica d´un color lila claro. Los brazos, cruzados por delante, sostienen un ramo de rosas amarillas. La cara es redondita y dulce, como las de las felicitaciones de Navidad del dibujante Ferrandiz que un año regalé a los compañeros de la escuela, fue el año que yo era bueno. Lleva media melenita, al estilo Mireille Matieu, dónde lucen cinco rosas amarillas iguales que las del ramo. No es fea Ahora que la veo decapitada sobre la mesa del escritorio pienso que nunca le he hecho demasiado caso, nunca la he mirado ni he sido consciente de su existencia. He vuelto a ponerla en la estanteria donde estaba, he cogido la cabeza con dos dedos y he mirado a ver si se aguantaba sola, pero no. Provisionalmente he guardado la cabeza en la cajita de los clips. La señora de la limpieza, cuando se iba , me ha dicho : - Tristany, tienes la estanteria de la librería mal puesta y se me ha caido la niña de las floras. Ha cerrado la puerta y ha marchado. Mañana iré a comprar pegamento Imedio le engancharé la cabeza y la pondré en una estanteria dónde le dé el sol. A partir de ahora la trataré mejor.